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¿Es el Skin Cycling la alternativa a los excesos? 

A pesar de la abrumadora cantidad de tendencias en el cuidado de la piel, algo deberíamos tener claro: no podemos comprometer su salud y seguridad por prácticas aleatorias y objetivos inasumibles. 

Es hora de poner más sentido común a nuestras rutinas cosméticas, porque con la piel no se juega

Esta columna es parte de nuestra serie #WellWednesday donde distintos expertos comparten información, experiencias y sus filosofías de bienestar

Tiempo de lectura: 9 minutos

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Carmen Lanchares es periodista de vocación y formación, ex-editora y directora de la sección de belleza de Vogue España durante 22 años. Esto le permitió vivir muy de cerca la evolución (y revolución) de un sector cada vez más vinculado al bienestar físico y mental de las personas. Descubridora tardía del yoga, firme defensora de la cosmética que aúna ciencia y naturaleza, disfruta indagando sobre tendencias y la conexión entre los movimientos sociales y el mercado de la belleza como sobre las historias y personas que hay detrás de cada producto o propuesta. Ha sido profesora y coordinadora de la asignatura de Belleza y Salud del Máster en Comunicación de Moda y Belleza Vogue-Universidad Carlos III.

En cuestiones de piel, ver resultados requiere tiempo y constancia. Dos parámetros habitualmente obviados en el empeño de seguir la última moda. No debería ser así, pero aquí hemos llegado. Las tendencias en materia cutánea han entrado en una precipitada carrera de relevos. En cuanto una propuesta se hace viral, ya hay otra nueva pisándole los talones. Y cuanto más pintoresca, mejor. 

Las redes sociales, consideradas como el epicentro de las modas, han propiciado una nueva era en el tratamiento de la piel marcada por un excesivo y obsesivo interés por el aspecto de esta más que por su salud. Y entre tanto ruido (y pocas nueces) mediático, nos hemos creído las promesas de muchos aficionados que, filtros y retoques mediante, nos muestran unas pieles impecables alejadas de la realidad. Pero las vemos, y las queremos.

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La primera consecuencia de esta dinámica es la cosificación que se ha hecho de la piel, perdiéndole a veces el respeto que se merece. La segunda, es que al tratarla (o maltratarla) al ritmo de las tendencias (dewy skin, layering, slugging, glass skin, beauty sándwich, dermaplaning…), olvidando que el cuidado cutáneo ha de ser una carrera de fondo que requiere entrenamiento, tiempo y disciplina para ver sus frutos.

La buena noticia es que a este carrusel de modas, también llegan propuestas, más sensatas, enfocadas a preservar por encima de todo la salud de la piel. Su objetivo: salvaguardar la integridad y el equilibrio de la barrera natural cutánea así como favorecer la redención de esas pieles pasadas de rosca (y de activos).

 

¿En qué consiste el skin cycling?

El año pasado no se habló de otra cosa. El skin cycling estaba (y sigue estando) en boca de todos. Este método creado por la dermatóloga Whitney Bowe dio un nuevo giro de tuerca al skinimalismo imperante, planteando una sencilla rutina de tratamiento cíclico de la piel. Y las redes, tan permeables a todo lo que suena a novedad, recogieron el testigo y lo convirtieron en su última obsesión.

El skin cycling viene a ser una suerte de régimen de HIIT cosmético o de entrenamiento de alta intensidad para la piel, que alterna intervalos de tratamiento intensivo con descanso, con el objetivo de poner la piel en forma y preservar el buen funcionamiento de la barrera cutánea

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Para quien aún no conozca esta rutina de belleza, se trata básicamente de un programa de ciclos de 4 días (mejor dicho, noches): la primera, exfoliación química (con hidroxiácidos); la segunda, retinol (para promover la regeneración); y las dos siguientes, descanso (solo hidratación) para recuperar la piel de las dos primeras sesiones de activos. No hay que olvidar, por supuesto, la limpieza de rigor y la protección solar de día. Y vuelta a empezar.

Lo mejor de la rutina del skin cycling es que es fácil, nada que ver con la abrumadora suma de pasos y capas del ritual coreano, una corriente que hoy ya parece superada pero que no hace tanto inundó nuestros cuartos de baño de productos que no sabíamos muy bien por qué, cómo o cuándo aplicar.

El método de la doctora Bowe ha venido a poner un poco de sentido común y disciplina en esa orgía de barra libre en que se había convertido el cuidado de la piel. Y es que bajo el efecto de ciertos combinados, sobredosis de exfoliaciones o borrachera de activos, la resaca cutánea posterior ha dado más de un dolor de cabeza a quienes, rebasando los límites de la mesura y siguiendo los dictados de todas y cada de las modas que prometían sacar a la piel todo su resplandor, han arrasado con todas las impurezas e imperfecciones, pero también con las defensas cutáneas.

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Si bien la razón de ser de este método es poner orden y concierto a rutinas desordenadas, también es cierto que no debe considerarse un dogma infalible. Su gran aportación ha sido evitar caer en los excesos al simplificar y tipificar procedimientos que muchas personas realizaban a su antojo

Pero la clave para conseguir resultados no reside exclusivamente en los productos, sino en el uso adecuado siguiendo los principios de la personalización. Por eso, aplicar retinol cada cuatro días, no puede ser un axioma inalterable. Si el skin cycling permite a las pieles más sensibles beneficiarse de la acción de este valioso ingrediente evitando una posible irritación; a las más tolerantes, les priva, sin embargo, de una mejora óptima que supondría el uso continuado (diario) de retinoides.

En cualquier caso, la buena noticia es que esta moda no resulta perjudicial para la piel y evita dar pasos en falso, aunque no siempre sea la solución óptima para todas. Consciente de ello, la ya célebre doctora Bowe ha creado dos nuevas versiones sobre el mismo tema introduciendo ese toque de personalización que se echaba en falta. 

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Para esas pieles que toleran bien los activos exfoliantes y los retinoides, la dermatóloga propone una práctica avanzada, skin cycling advanced. Invirtiendo, por ejemplo, los días de retinol y recuperación: esto es, dos noches de retinización y una de hidratación. 

Para las pieles más delicadas, propone una interpretación aún más suave del método, añadiendo un producto calmante, hidratante y nutritivo tras el uso de la fórmula exfoliante y el retinol, con el fin de reequilibrar la barrera cutánea. Espaciar la frecuencia de la exfoliación podría ser otra opción.

En cualquier caso, lo importante es entender que cada piel es única y su tratamiento no debe obedecer a modas y dogmas universales. Y ante la duda, los expertos (los de verdad) han de tener la última palabra.

 

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