En cuestiones de piel, ver resultados requiere tiempo y constancia. Dos parámetros habitualmente obviados en el empeño de seguir la última moda. No debería ser así, pero aquí hemos llegado. Las tendencias en materia cutánea han entrado en una precipitada carrera de relevos. En cuanto una propuesta se hace viral, ya hay otra nueva pisándole los talones. Y cuanto más pintoresca, mejor.
Las redes sociales, consideradas como el epicentro de las modas, han propiciado una nueva era en el tratamiento de la piel marcada por un excesivo y obsesivo interés por el aspecto de esta más que por su salud. Y entre tanto ruido (y pocas nueces) mediático, nos hemos creído las promesas de muchos aficionados que, filtros y retoques mediante, nos muestran unas pieles impecables alejadas de la realidad. Pero las vemos, y las queremos.
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La primera consecuencia de esta dinámica es la cosificación que se ha hecho de la piel, perdiéndole a veces el respeto que se merece. La segunda, es que al tratarla (o maltratarla) al ritmo de las tendencias (dewy skin, layering, slugging, glass skin, beauty sándwich, dermaplaning…), olvidando que el cuidado cutáneo ha de ser una carrera de fondo que requiere entrenamiento, tiempo y disciplina para ver sus frutos.
La buena noticia es que a este carrusel de modas, también llegan propuestas, más sensatas, enfocadas a preservar por encima de todo la salud de la piel. Su objetivo: salvaguardar la integridad y el equilibrio de la barrera natural cutánea así como favorecer la redención de esas pieles pasadas de rosca (y de activos).
¿En qué consiste el skin cycling?
El año pasado no se habló de otra cosa. El skin cycling estaba (y sigue estando) en boca de todos. Este método creado por la dermatóloga Whitney Bowe dio un nuevo giro de tuerca al skinimalismo imperante, planteando una sencilla rutina de tratamiento cíclico de la piel. Y las redes, tan permeables a todo lo que suena a novedad, recogieron el testigo y lo convirtieron en su última obsesión.
El skin cycling viene a ser una suerte de régimen de HIIT cosmético o de entrenamiento de alta intensidad para la piel, que alterna intervalos de tratamiento intensivo con descanso, con el objetivo de poner la piel en forma y preservar el buen funcionamiento de la barrera cutánea.
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Para quien aún no conozca esta rutina de belleza, se trata básicamente de un programa de ciclos de 4 días (mejor dicho, noches): la primera, exfoliación química (con hidroxiácidos); la segunda, retinol (para promover la regeneración); y las dos siguientes, descanso (solo hidratación) para recuperar la piel de las dos primeras sesiones de activos. No hay que olvidar, por supuesto, la limpieza de rigor y la protección solar de día. Y vuelta a empezar.
Lo mejor de la rutina del skin cycling es que es fácil, nada que ver con la abrumadora suma de pasos y capas del ritual coreano, una corriente que hoy ya parece superada pero que no hace tanto inundó nuestros cuartos de baño de productos que no sabíamos muy bien por qué, cómo o cuándo aplicar.