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¿Cómo construimos nuestra identidad?
La identidad de una persona es un tema que se ha estudiado en todas las perspectivas posibles: desde los aspectos psicológicos hasta los culturales y de derechos humanos.
Esta columna es parte de nuestra serie #WellWednesday donde distintos expertos comparten información, experiencias y sus filosofías de bienestar


Claudia Miraglia es terapeuta profesional de evolución y cambio con más de 25 años de experiencia, creadora del Método COR y especializada en terapia cráneo-sacral, terapia Gestalt, Kundalini yoga y otras áreas de la meditación. El trabajo de Claudia está enfocado a ayudar a personas a manejar distintas crisis, en la búsqueda de crecimiento personal, espiritual y en el bienestar mental, a través del fortalecimiento del poder que hay en cada uno para curarse.
Asumir la identidad que nos corresponde como seres humanos es un asunto que nos preocupa desde tiempos remotos: somos humanos, hombres o mujeres, tenemos una nacionalidad, tenemos una religión o una posición política. Pertenecemos a un grupo cultural, nos gusta la música o el deporte.
Nos definimos desde nuestro interior de acuerdo con nuestros sentimientos o nuestra sexualidad. Y, desde afuera, también nos definen: como nos ven y dónde nos pueden ubicar fácil y superficialmente.
Si bien las identidades son necesarias porque nos dan un piso para situarnos con respecto a nuestro entorno, muchas veces constituyen una limitante al no ser suficientes para definir la complejidad del ser humano. Ya no podemos hablar de géneros masculino y femenino, ni de nacionalidades únicas. La identidad que nos define como individuos es parte del proceso de autoconocimiento que decidimos o no emprender.
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Adquirimos conciencia de quiénes somos, de nuestra realidad en el mundo y en las circunstancias que nos toca vivir. Actuamos entonces en consecuencia y nos sentimos realizados si podemos cumplir nuestras metas de acuerdo con esa identidad escogida. Y en ese camino de vida sorteamos los conflictos y las dificultades echando mano a esos valores que nos identifican.
¿Cómo evoluciona la identidad?
En nuestros primeros años de existencia, tener una identidad claramente definida es fundamental para el desarrollo de una mente psicológica sana y estable. Pero a medida que el niño va creciendo y se hace adulto, esa misma identidad puede ser un gran obstáculo para su evolución.
Me inclino entonces por plantear que la identidad es un aspecto de la vida necesario y no definitivo. Así pues, entendemos que en principio todos asumimos una identidad, pero que está llamada a expandirse para enriquecer la personalidad del individuo.
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La evolución en lo espiritual implica un proceso de desidentificación, de abandonar el aspecto posicional de una identidad rigurosa que confina al individuo a vivir de acuerdo con patrones o creencias que le impiden desarrollar su inteligencia y nuevas respuestas a desafíos del entorno cambiante. No compartimos la definición cerrada que caracteriza a la mujer a partir de su sexo y de manera contrastada y antagónica al concepto de lo masculino.
Las identidades femeninas y masculinas
El reto que se nos presenta en nuestros días es comprender la identidad personal, aunque sabemos que esta inquietud ya la plantearon los griegos desde el célebre aforismo «conócete a ti mismo», aparecido en el siglo IV a.C. Nos interesa abordar este tema desde la manera en la cual se relacionan lo masculino y lo femenino, o como lo explica la filósofa y antropóloga española Blanca Castilla de Cortázar: “Las virtudes son humanas y ha de desarrollarlas cada persona, ya sea varón o mujer. No está ahí, por tanto, la diferencia entre masculinidad y feminidad”.
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En ese sentido, descubrió Jung que cada sexo era complementario dentro de sí mismo. En efecto, Jung advirtió que los sexos no son solo complementarios entre ellos, sino en el interior de cada uno; y hablaba de que cada varón tiene su ánima —su parte femenina— y, como contrapartida, cada mujer su ánimus —su parte masculina—. En este sentido, son interesantes los comentarios que hace Ortega y Gasset sobre La Gioconda, pues, en su opinión, en ese cuadro Leonardo no pintó el retrato de ninguna mujer, sino la parte femenina de su alma.
«Cuanto más completos, desde el punto de vista de la naturaleza, son un varón y una mujer, más complementarios son entre ellos y más profunda la armonía que les une».
Una terapia de evolución y cambio
El método COR, al ser una técnica basada en lo fenomenológico, no trabaja en función de diagnósticos cerrados, sino que se basa en el cambio de percepción del individuo como consecuencia del aumento de su nivel de conciencia. Esto es, sin duda, lo que le permite trascender conflictos puntuales con los que llega al consultorio, para experimentar una profunda liberación y expansión del ser.
Gracias a la colaboración de algunos de mis pacientes, quienes han consentido generosamente en compartir sus experiencias de sufrimiento y redención para ayudar a otras personas, me he permitido traer a este libro algunas historias que describen el proceso de seres humanos que decidieron asumir el compromiso de transformarse y evolucionar.
Para profundizar en este y muchos otros temas, te invito a revisar mi libro: