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¿Cómo envejecer mejor?
¿Se puede detener el envejecimiento? No ¿Se puede envejecer mejor? Sí. Es hora de cambiar el chip y militar en una nueva corriente, más positiva y empática, que promueve actuar a favor del tiempo, combinando los cuidados de la piel con el bienestar y un estilo de vida saludable
Esta columna es parte de nuestra serie #WellWednesday donde distintos expertos comparten información, experiencias y sus filosofías de bienestar


Carmen Lanchares es periodista de vocación y formación, ex-editora y directora de la sección de belleza de Vogue España durante 22 años. Esto le permitió vivir muy de cerca la evolución (y revolución) de un sector cada vez más vinculado al bienestar físico y mental de las personas. Descubridora tardía del yoga, firme defensora de la cosmética que aúna ciencia y naturaleza, disfruta indagando sobre tendencias y la conexión entre los movimientos sociales y el mercado de la belleza como sobre las historias y personas que hay detrás de cada producto o propuesta. Ha sido profesora y coordinadora de la asignatura de Belleza y Salud del Máster en Comunicación de Moda y Belleza Vogue-Universidad Carlos III.
Cuando empecé a escribir de belleza (hace poco más de dos décadas), periodistas y marcas de cosmética hablaban (hablábamos) sin tapujos y sin piedad de lo desastroso, feo y poco cool que resultaba envejecer. Ahí estábamos unas y otras para contar, repudiar y ofrecer soluciones, o quimeras, a lo que no tiene remedio: el paso del tiempo. La palabra antiaging se convirtió en el santo y seña de una lucha férrea contra arrugas y flacidez capitaneada por una legión de cosméticos que se anunciaban con modelos por debajo de los 20 y que alimentaba el floreciente negocio de la medicina y cirugía estéticas.
Un concepto tan negativo del envejecimiento solo podía aliñar el caldo de cultivo de un creciente sentimiento de gerascofobia (pánico a envejecer). Un trastorno, según Psicopartner, más común de lo que pensamos y que, sorprendentemente, suele empezar a dar ‘síntomas’ a partir de los 30, cuando el rostro empieza a mostrar los primeros signos de la edad.
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Ahora, con una corriente global de inclusividad en auge, que realiza también un tímido esfuerzo por integrar a la población silver, parece que las cosas empiezan a cambiar. Sin embargo, no tanto ni tan deprisa como se pretende hacernos creer desde algunos foros. Cierto que últimamente vemos en las pasarelas de moda algunas modelos añosas, abuelas que triunfan en TikTok desafiando el edadismo y cuentas de Instagram que dan visibilidad a la edad, pero, en general, la sociedad sigue entregada a ponderar y contemplar con arrobo los rostros y cuerpos exultantes de vitalidad de sus cachorros; minando la quebradiza autoestima de quienes sobrepasan los 50.
Porque aunque se proclame que los 50 son los nuevos 30, aunque cada vez más marcas de belleza hayan sustituido a las adolescentes por mujeres maduras en sus anuncios de cremas antiarrugas, y aunque los medios recojamos términos de nuevo cuño, como ‘madurescencia’ o ‘cincuentañera’, en un intento por positivar el mood sobre el envejecimiento, para una gran mayoría, la juventud sigue siendo paradigma de belleza y de salud. También de éxito social y profesional.
Tanto que, por ejemplo, según comentaba la escritora y activista Ashton Applewhite en su famosa charla Ted let’s end ageism (terminemos con la discriminación por la edad), es común entre los ingenieros de Silicon Valley ponerse bótox o teñirse el pelo antes de una entrevista clave. Y no, no se refería solo a quienes rebasan de largo los 50, sino a esos capacitados treinteañeros que pueblan el sanctasanctórum de la tecnología y la innovación. Si para que se valore su talento tienen que dar una pátina de juventud a su apariencia a los 30, algo falla.
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De hecho, según un informe de las Naciones Unidas, una de cada dos personas en el mundo está afectada por una actitud edadista. Pero, como sentencia Applewhite, “cambiar esta cultura que nos dice que envejecer implica perder protagonismo es una tarea difícil”. Lo es porque, dice la activista, se sustenta en una serie de ideas preconcebidas que hemos ido interiorizando, tales como que las arrugas son feas, las personas mayores son patéticas y es triste ser viejo.
Impulsadas por ese miedo a envejecer, muchas personas pretenden esquivar las manifestaciones de la edad adoptando comportamientos inmaduros y adolescentes al tiempo que entran en una vertiginosa, a veces incluso grotesca, espiral de tratamientos y cirugías de rejuvenecimiento. La midorexia (conducta patológica por mantener el atractivo de la juventud) está socavando el bienestar mental de quienes, en un intento, a la desesperada, por evitar la invisibilidad o el rechazo social sucumben a cualquier canto de sirena que les permita enmascarar la edad.
Por fortuna, paralelamente, una nueva mentalidad promueve un cambio de perspectiva sobre el envejecimiento, asumiéndolo como parte inevitable, pero sí mejorable, del proceso vital. Como escribe en su instagram Denise Boomkens, fotógrafa y autora del libro The Art of Aging Unapologetically, “la longevidad puede parecer demasiado al principio, pero muchos hábitos saludables pueden conducir a envejecer en buena forma”.
Well aging
En 2050, el 30% de la población mundial tendrá más de 60 años. Cierto que no es fácil aceptar arrugas y descolgamientos, ojeras y bolsas o un tono apagado, pero querer negar la evidencia a toda costa, borrando obsesivamente el menor signo que delate la edad, no es una sana alternativa, como tampoco lo es la resignación o descuidarse.
Por fortuna, iniciativas como el proaging, slow aging o well aging promueven una reconciliación con nuestro carnet de identidad y plantean una actitud proactiva con el paso del tiempo para afrontarlo sin complejos. Y ¡ojo! porque esto no significa renunciar a verse atractiva. Al revés. Hoy, la medicina, la cosmética y la tecnología nos lo ponen cada vez más fácil. Pero como dice el dermatólogo Ricardo Ruiz en su libro Lo que tu piel dice de ti, “no te obsesiones con quitar arrugas a la vida. Pon vida a las arrugas”.
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Se trata de encarar cada etapa de nuestra existencia lo mejor posible, lo que implica tanto un estilo de vida saludable como intentar mantener nuestro mejor aspecto. Un doble objetivo, cuidarse por dentro y por fuera para ralentizar los efectos del envejecimiento, que el dermatólogo concentra en siete consejos aplicables a cualquier edad: cultivar las relaciones personales, encontrar tiempo para sí mismo, preocuparse en ser y no en tener, disfrutar de los pequeños placeres de la vida, ayudar a los demás, hacer deporte (“el ejercicio físico, sobre todo el intenso, activa los genes de la longevidad”) y, por supuesto, también cuidar nuestra apariencia, recurriendo a todo aquello que nos ayude a mantener una buena calidad de piel y a demorar, sin obsesiones, los signos de la edad. Porque, sin duda, verse bien es sentirse bien.