HEAL
El maquillaje ¿coquetería o ejercicio de autoexpresión?
¿Te has parado a pensar por qué y cómo te maquillas? ¿Lo haces para ti o para presentarte ante los demás? ¿Lo utilizas para mejorar tu atractivo o para marcar tu identidad? ¿Lo aplicas para ganar seguridad o porque te gusta seguir las tendencias? Te contamos todo lo que el maquillaje esconde
Esta columna es parte de nuestra serie #WellWednesday donde distintos expertos comparten información, experiencias y sus filosofías de bienestar


Carmen Lanchares es periodista de vocación y formación, ex-editora y directora de la sección de belleza de Vogue España durante 22 años. Esto le permitió vivir muy de cerca la evolución (y revolución) de un sector cada vez más vinculado al bienestar físico y mental de las personas. Descubridora tardía del yoga, firme defensora de la cosmética que aúna ciencia y naturaleza, disfruta indagando sobre tendencias y la conexión entre los movimientos sociales y el mercado de la belleza como sobre las historias y personas que hay detrás de cada producto o propuesta. Ha sido profesora y coordinadora de la asignatura de Belleza y Salud del Máster en Comunicación de Moda y Belleza Vogue-Universidad Carlos III.
Considerado por ciertos sectores como una frivolidad, cuestionado por otros como una herramienta de sumisión machista o ninguneado por quienes hacen de la naturalidad una virtud, el maquillaje es uno de esos temas que siempre suscita cierta controversia.
Frente a las voces que, por unas razones u otras, se empeñan en denostarlo, este gesto de belleza aguanta, recio, todas esas embestidas porque, como aseguran sociólogos, psicólogos o antropólogos, maquillarse ha sido, es y será una forma de autoexpresión y una manifestación social y cultural. Es otra vía de comunicar quiénes somos o cómo nos sentimos, de definir nuestra relación con los demás y de identificarnos con un grupo social. Todo ello sin desmerecer su lado lúdico que, simplemente, nos proporciona satisfacción. ¿Algo que objetar?
Incluso reducido a un simple acto de embellecimiento, para mejorar nuestro atractivo o transformar nuestra imagen, el maquillaje juega su papel. Forma parte de la condición humana (y animal) utilizar las estrategias de que dispone para intentar tener la mejor apariencia posible y, sí, también utilizarlo para seducir. Cuestión de supervivencia de las especies.
LEE TAMBIÉN: De cómo TikTok ha cambiado las reglas del juego en la belleza
Si vemos natural que el pavo real despliegue su plumaje para mostrar sus colores y conquistar a la hembra, ¿por qué censurar la utilización del maquillaje para atraer la atención del otro? Al fin y al cabo, como señala el médico y autor alemán Ulrich Renz en ‘La ciencia de la belleza’, “los individuos más atractivos tendrán un mayor ‘éxito reproductivo’, y esto será válido tanto para el ser humano como para el resto de los animales”.
Con un impulso notable en los últimos tiempos, el maquillaje se ha convertido en uno de los grandes ejes temáticos de las redes sociales donde las tendencias van y vienen a ritmo de clic. No obstante, más allá del postureo estético, más allá de si hoy se llevan los glazed lips y mañana los foxy eyes, los tutoriales en TikTok, YouTube o Instagram nos están desvelando también las inmensas posibilidades de estos productos para realzar nuestra apariencia o para modificarla a nuestro gusto y conveniencia, para reafirmar nuestra personalidad o para reinventarnos.
El poder terapéutico del maquillaje
Los estudiosos del tema coinciden, el maquillaje también puede ser un arma de empoderamiento. A muchas mujeres les basta pintar sus labios de rojo para sentirse más fuertes, y para otras, como la modelo Tyra Banks, es un valioso instrumento para ganar confianza: “adoro la confianza que me da el maquillaje”, declaró en una ocasión.
LEE TAMBIÉN: ¿Qué ingredientes tiene tu maquillaje?
Y es que por insustancial que pueda parecer este gesto, detrás suele haber un componente ligado al bienestar. Esos pequeños golpes de efecto que nos proporciona el maquillaje (redefinir unos pómulos, marcar la mirada, destacar unos labios, iluminar un cutis cetrino o disimular unas ojeras pronunciadas) pueden elevarnos la moral a golpe de brocha y sin efectos secundarios.
Así me lo ratificaba hace un tiempo en una entrevista el fotógrafo y maquillador François Nars: “El maquillaje ayuda a una mujer a sentirse más segura y poderosa, lo que la impulsa a hacer más cosas; también la ayuda a sentirse mejor porque se ve mejor. Definitivamente, pienso que le da poder. Es un accesorio fantástico”.
Pero el poder terapéutico del maquillaje ha demostrado que puede ir más allá y llegar hasta los hospitales. Cada vez son más las unidades de oncología y asociaciones de pacientes que incorporan talleres o sesiones de maquillaje como un complemento del tratamiento. Médicos y psicólogos aprueban los beneficios que tiene en muchos enfermos. Y es que mejorar el aspecto de un rostro cansado, dar más luz a una piel ajada, redibujar pestañas y cejas e incluso a tapar o al menos disimular lesiones y cicatrices tiene unas repercusiones psicológicas increíbles.
Con la enfermedad el cuerpo sufre, pero también la mente, porque en la medida que nuestra imagen se ve deteriorada, también lo hace la autoestima. El maquillaje ofrece también a estas personas una vía para reconciliarse con su aspecto.
El papel social y cultural del maquillaje
Maquillarse es un gesto atávico. Desde que el mundo es mundo, el ser humano se ha pintado la cara y el cuerpo con diversos fines. Para embellecer o disimular, como parte de un ritual, para integrarse en una comunidad o para demostrar una condición social.
LEE TAMBIÉN: Blue beauty, la cosmética que busca reconciliarnos con el mar
A lo largo de la historia su función y evolución han ido paralelas a los movimientos socioculturales y, aunque es un gesto tradicionalmente asociado a las mujeres, hay numerosos ejemplos de su uso por los hombres a lo largo del tiempo: desde los egipcios que lo aplicaban con fines estéticos y también médicos, maquillando sus ojos con kohl para protegerlos de infecciones, del sol o la arena hasta los aristócratas franceses del siglo XVIII que lo utilizaban como símbolo de estatus, pasando por guerreros de diferentes etnias y culturas (vikingos, persas, aztecas, indios mohawk…) que se pintaban el rostro con motivos cargados de simbolismo ritualista o con rasgos amenazadores para intimidar al enemigo.
El maquillaje forma parte de los usos y costumbres. Incluso cuando utilizamos simplemente siguiendo las tendencias estamos posicionándonos en la sociedad. “La moda siempre quiere decir algo”, afirma Ulrich Renz. “A través de ella nos presentamos a nosotros mismos y definimos nuestro estatus dentro de una comunidad”. Y con ese objetivo, afirma el escritor, transformamos nuestro aspecto con ropa, complementos, peinados o maquillaje.
Es una demostración de pertenencia a una clase social, a una generación o a una subcultura. Es una exhibición tribal, en la que símbolos o colores tienen un significado para los miembros del grupo y forman parte del ceremonial: ya sean los dibujos con los que los kichwa ecuatorianos decoran su rostro para celebrar la fiesta de la Pachamama como el eyeliner y la barra de labios negra que adoptaron los seguidores del grunge para mostrar su alineación con ese movimiento musical.
Llegados a este punto, la cuestión que se plantean los estudiosos es si al maquillarnos buscamos ser como los demás, para ‘normalizarnos’ dentro del grupo, o porque queremos diferenciarnos.
LEE TAMBIÉN: Sustituye tus productos de belleza por estas opciones sostenibles
Asimismo, el maquillaje tampoco está exento de ideología. Resulta curioso que el sector más radical del feminismo se haya posicionado recientemente en contra de cualquier tipo de embellecimiento, maquillaje incluido, por considerarlo una estratagema para gustar a los hombres, mientras que las pioneras de este movimiento, las sufragistas, adoptaron el labial rojo como estandarte de sus marchas reivindicativas por las calles de Nueva York. Asociado en aquel momento (1912) a las prostitutas, las sufragistas maquillaron sus labios de rojo como un acto de rebelión para reclamar la igualdad de derechos.
Hoy, afortunadamente, unos labios rojos no escandalizan ya a nadie, pero ello no les resta su extraordinario poder. “La belleza es estar cómoda con una misma. Eso, o un labial rojo espectacular”, Gwyneth Paltrow, dixit.